dos relats

 

 

Pesadillas

Me he vaciado de palabras sinceras, de espíritu y de coraje. Me he quedado suspendido en una nube de corcho que solo baja con los rayos de las tormentas de estas noches bochornosas de agosto. Los sueños me gritan tan fuerte que me despierto sordo desde un océano de recuerdos huidizos. Me siento como una ardilla que travesía deprisa un camino del bosque por encima de los árboles mientras alguien contempla el paisaje. Desde la negrura de la noche me pongo en alerta con un latido de tambores de guerra que repica contra mi pecho. Se me ha decolorado el talento y se me ha encogido el manto de palabras bonitas que tenía siempre a mano para cogerlas cuando tenía un poco de frío. Desamparado de palabras y de vínculos y de sol resbalo por un pozo húmedo que no tiene paredes ni techo ni tierra. Pero mi pensamiento se prepara para conocerme, reconstruirme y quererme de rocío cuando sea capaz de poner un pie a tierra. Cuando mi ánimo invierta toda su capacidad para hacer rodar este día pesado y recién nacido.

 

Lourdes  

Como otras noches, Lourdes   siente la cara dormida, congestionada, roja y caliente. Aguanta como puede la inundación que está a punto de producirse dentro de sus ojos rojos por la irritación. La boca se ha transformado en un rictus espantoso como la sonrisa invertida que se maquillan los payasos la cara. Le tiembla ligeramente la barbilla y una gota salada resbala por sus fosas nasales hasta los labios. Siente el latido del corazón adentro de su pecho como un animal salvaje intentando escapar de una trampa. Tiene una terrible rampa en los dedos de las manos y le cuesta mantener el aire desenvuelto que suele mostrar cuando está rodeada de la gente de clase. Inhala el aire enrarecido del aula a tragos desesperados buscando más oxígeno para sus pulmones comprimidos. ¿Porque nadie ha abierto las ventanas? Solo le queda la fuga o el ataque y en una milésima de segundo ha decidido que hoy no se escabullirá. Por eso se concentra en la estilográfica que tiene encima de la mesa y lo coge con una fuerza   ingente  apenas acontecida por sorpresa. Ya no hay marcha atrás. Se acerca con decisión a Manuel y le clava la punta metálica de la pluma a la yugular sin dejar caer ni una lágrima.

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